La regeneración del género coral litúrgico en Rusia se inició con la llegada en 1765 de Galuppi a la corte de Catalina la Grande en San Petersburgo, en la que permaneció tres años. Las obras corales para la Liturgia Ortodoxa que compuso allí, en un estilo italianizante y renovador, son el punto de inflexión. Bortniansky, alumno de Galuppi, con quien estudió en San Petersburgo y posteriormente en Venecia, aunó el nuevo estilo europeizante con la esencia del arte ruso, creando un extenso repertorio de Conciertos Corales Sacros que pasó a convertirse en el modelo de la música litúrgica rusa. Y es que no se entiende todo el fecundo y fascinante repertorio posterior, con las aportaciones fundamentales de Chaikovski, Chesnokov, Rachmaninov o Sviridov, sin este cambio de rumbo iniciado por Galuppi y Bortniansky.
El programa del Coro Filarmónico de Ekaterimburgo y su director Andrei Petrenko, muy activos discográficamente de un tiempo a esta parte, ofrece una selección de conciertos corales de diversos autores que abarca desde el ya mencionado Bortniansky, en el siglo XVIII, hasta Sviridov y Gavrilin, en las décadas finales del XX. La muestra alterna obras no muy conocidas con otras más habituales, como Blazhen Muzh (Bendito es el hombre) y S Nami Bog (Dios está con nosotros) de Chesnokov o V molitvah (Oh Madre de Dios) de Rachmaninov. En ellas y en el resto se aprecia la emisión del coro entroncada en la tradición, aunque sus voces suenan brillantes y perfiladas en las distintas secciones corales. La toma sonora, algo lejana, hace que las 23 voces del coro suenen multiplicadas en número y en su rango dinámico. Los momentos más destacables son los estupendos pianissimi, tan cuidados y vibrantes, también la maravillosa obra final de Sviridov, La guirnalda de Pushkin: Toque de diana, con Alexey Frolov como bajo solista.