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Yulianna Avdeeva, piano en plenitud

Yulianna Avdeeva (Moscú, 1985) es una de las grandes del piano actual. Desde su aclamada victoria en el Concurso Chopin de Varsovia, en 2010, su carrera ha sido un permanente viaje a los más recónditos recovecos de la música. “Un proceso que continúa todos los días”, cuenta en esta entrevista, en la que se expresa con lucidez y temperada sabiduría, en un lenguaje confidencial, franco y sin dobleces.

Yulianna Avdeeva habla con razonada pasión de los pianistas de la “Edad de Oro”, y reconoce a Rachmaninov como “mi ídolo absoluto de todos los tiempos”. Acaba de publicar un disco dedicado a otro de sus grandes amores pianísticos, Fryderyk Chopin. El 10 de septiembre inaugura el Ciclo de Grandes Intérpretes de SCHERZO con un programa que aúna las músicas de Chopin y Liszt, “quien en sus últimas partituras vuelca una exploración conmovedora de los sentimientos humanos más profundos. Sus obras plantean preguntas que resuenan con la esencia misma de nuestra existencia, como la vida y la muerte, la luz y la oscuridad, Dios y el Diablo”.

Chopin Voyage. Así, en francés, es el nombre de su último disco, un monográfico que recoge composiciones de plenitud de Chopin, con obras tan emblemáticas como la Tercera sonata, la Polonesa-Fantasía o la Barcarola. En las notas del disco usted dice que éste nace como respuesta a su deseo de documentar su “viaje” por la música de Chopin desde que ganara, en 2010, el Concurso Chopin de Varsovia, hasta hoy. ¿En qué ha cambiado su visión de Chopin y de qué manera ha repercutido esta evolución en la interpretación de su música?

Prepararme para el Concurso Chopin en 2010 fue en aquella época una experiencia extraordinaria para mí. Para participar en el Concurso, es necesario montar solo piezas de Fryderyk Chopin, lo que significó que tuve que concentrarme solo en su música durante un tiempo prolongado. Así que durante varios meses, traté de sumergirme en el universo chopiniano. Leí libros de la época, observé las pinturas creadas durante su vida (muchas de las cuales eran de artistas de los que era amigo) … Simplemente, aprendí más sobre el momento histórico e imaginé qué tipo de mundo le rodeaba. Fue una experiencia muy inspiradora, que me permitió crear una visión muy subjetiva, pero muy personal, de la persona y el compositor Fryderyk Chopin. Este proceso, que comenzó hace 14 años, continúa todos los días. La música de Chopin es tan rica en tesoros, que cada vez que abro la partitura descubro detalles nuevos que tal vez no entendía, o a los que no presté atención antes. Es un viaje muy emocionante y sin fin. Viaje…

¿Cambió radicalmente su carrera y su estatus pianístico tras su triunfo en Varsovia? Es inevitable que a los ganadores del Concurso Chopin les caiga de inmediato el sambenito de “especialista en Chopin”. Pasó con Argerich, Pollini, Zimerman, Blechacz… ¿Se siente a gusto con lo de “pianista chopiniana”?

Por supuesto, después del Concurso Chopin mi vida se volvió más intensa. El Concurso de 2010 fue también uno de los primeros que se transmitió completamente por Internet, de modo que lo vio gente de todo el mundo. Así que tuve que acostumbrarme a la atención que causaban mis conciertos, con críticas, transmisiones de radio, etcétera. Al mismo tiempo, era esencial para mí mantener mi repertorio lo más amplio posible. Siempre he sido una persona muy curiosa y estoy absolutamente convencida de que todos los estilos y épocas están conectados entre sí, por lo que una inmersión en un estilo puede ser una fuente de inspiración, o dar un nuevo impulso para la interpretación de otra pieza. Y esto funciona en ambas direcciones, no solo del barroco al contemporáneo, sino también al revés. Por ejemplo, recientemente estaba tocando una pieza de Tōru Takemitsu, Rain Tree Sketch (1982), y en ella hay un episodio con un sonido muy específico, como de cristal, en el registro agudo. Instintivamente lo asocié con el coral del Tercer scherzo de Chopin y con los pasajes descendentes entre las series de acordes, y pensé que ese tipo de sonido cristalino podría ser apropiado para el comienzo de esos pasajes. Pero el hecho absoluto es que la música de Fryderyk Chopin siempre tendrá un lugar especial en mi corazón y en mi repertorio. Tocar su música significa para mí, en cierto modo, volver a casa, a un entorno muy querido y amado.

A tenor de lo que decidió el jurado varsoviano en 2010, usted es “mejor” pianista que su compatriota Daniil Trifonov, quien quedó en tercer lugar. ¿Está de acuerdo? Por otra parte, fue la primera mujer que ganaba el premio desde 1965, cuando lo conquistó Martha Argerich… Interpretativamente ¿piensa que el piano tiene género?

Crecí en un ambiente en el que estaba convencida de que los músicos y artistas no tienen género ni nacionalidad. Por eso, cuando voy a un concierto, me concentro únicamente en la música que escucho desde el escenario. En principio, para mí no hay prácticamente ningún criterio “objetivo” sobre los músicos, por lo que no es fácil “juzgarlos”. Al final, es más una cuestión de gustos, ¿No? Respeto mucho a Daniil Trifonov, que es un músico y compañero fantástico.

Músicos poco trillados pero significativos en su repertorio son los polacos Mieczyslaw Weinberg y Władysław Szpilman, el compositor pianista que inspiró a Polanski la famosa película en la que cuenta sus días en el gueto de Varsovia. Usted se ha convertido en valedora del repertorio de ambos y hasta de sus manuscritos: tengo entendido que la familia de Szpilman le ha confiado la custodia del manuscrito de La vida de las máquinas, página de 1933, en forma de suite en tres movimientos, con reminiscencias de Prokofiev, obra que ha llevado al disco y programado en mil y una ocasiones. ¿Piensa que queda mucha música para piano por descubrir de la época? ¿Es un compromiso del intérprete contemporáneo sacar a luz músicas caídas en el olvido?

Conozco a la familia de Wladislaw Szpilman desde hace varios años y para mí fue un honor poder tocar en el piano de su casa en Varsovia, en septiembre de 2020. Para la ocasión, Andrzej Szpilman, el hijo de Wladislaw Szpilman, me regaló la partitura de la suite La vida de las máquinas, que se consideraba perdida y que, afortunadamente, se encontró en el año 2000. La suite ya se había interpretado en público antes de que yo lo hiciera, pero la historia que hay detrás de ella y la oportunidad de interpretarla en el piano del propio Szpilman me resultaron tan inspiradoras que nació la idea del álbum Resilience. De hecho, la música forma parte de la historia de la humanidad y refleja los acontecimientos de las épocas en las que fue compuesta, convirtiéndose en cierto modo en un “documento histórico”. ¡Estoy deseando explorar más y más de ellos!

Como el de otros grandes pianistas, su pianismo se distingue por la combinación perfecta entre potencia virtuosística y una capacidad expresiva de la más pura efusión lírica, algo que le permite alternar obras tan disímiles como el Segundo concierto de Prokofiev o la más leve mazurca de Chopin, el Tercero de Rachmaninov con una fuga de Bach o un Mozart siempre transparente y cristalino, por no hablar de su Liszt incandescente y poético hasta el verso… ¿Qué no tocaría nunca?

Esta es una pregunta muy difícil. “Nunca digas nunca jamás”, dice el dicho. Ser pianista es una bendición y una maldición a la vez, ya que tenemos una enorme cantidad de piezas maravillosas escritas y solo una vida para aprenderlas y tocarlas… Por eso, prefiero centrarme en las piezas que me encantaría aprender, ¡y esta lista es muy muy larga!

Es dueña de un repertorio versátil e inmenso, en la mejor raigambre de colosos del piano soviético como Richter, Gilels, Ashkenazy, Nicolayeva o Sokolov. De Bach a Beethoven, Brahms, Rachmaninov, Prokofiev, Shostakovich… Aunque lleva años viviendo en Alemania, en Múnich, ¿se siente miembro y heredera de esta escuela, de esta tradición que va más alla de banderes e ideologías?

Por supuesto, mi base como pianista la recibí de mi querida profesora Elena Ivanova, con quien estudié en la Escuela Gnessin de Moscú durante 13 años, desde 1990 hasta mi graduación en 2003. Tuve mucha suerte de entrar en su clase, ya que tenía la increíble capacidad de “vivir” la música que enseñaba y de compartir este sentimiento conmigo. Después fui a estudiar a Zúrich con Konstantin Scherbakov, y a la Academia de Piano del Lago de Como, en Italia, donde tuve la suerte de trabajar con músicos muy diferentes, como Dmitri Bashkírov y Fou Ts’ong. Creo que es muy importante recibir diferentes tipos de impulsos durante tus años de estudiante, ya que te ayudarán a desarrollar tu propia “voz”. Ahora tenemos la oportunidad de asistir a clases magistrales, conciertos, escuchar tantas grabaciones diferentes, todo puede ser muy inspirador y apoyar el camino.

¿A qué pianistas, actuales y del pasado, admira particularmente? ¿Qué destacaría de cada uno de ellos?

Soy gran admiradora de los pianistas de la llamada “Edad de Oro”, como [Józef] Hofmann o Paderewski (me gradué sobre su arte como pianista; me encanta su sonido cálido y hermoso). Mi ídolo absoluto de todos los tiempos es Serguéi Rachmaninov. La forma en que era capaz de tratar el piano es única: la transparencia y la priorización de las voces, la ligereza del sonido y la libertad en el tiempo, todo esto hace que su forma de tocar el piano sea, para mí, la mejor. Horowitz y Cortot serían los otros “héroes” que adoro. De alguna manera, todos ellos tenían una “voz” muy personal, por lo que se les puede reconocer simplemente por el sonido del piano. Considero que esta cualidad es esencial y hermosa.

Hablemos de su recital en Madrid, el 10 de septiembre, en el Auditorio Nacional, con el que abrirá el Ciclo de Grandes Intérpretes 2024/2025 de la Fundación SCHERZO. Debuta tras una larga y triunfadora trayectoria de recitales y conciertos con orquesta por toda la geografía española, donde siempre ha fascinado a todos. Ahora, tras esa viva experiencia española, que le ha acercado incluso a las músicas de Albéniz -que ha comenzado a programar-, recala en Madrid con un programa romántico que abraza dos de sus “ídolos”: Chopin y Liszt. ¿Será la guinda de su vínculo con España?

Estoy muy contenta de poder interpretar en el Auditorio Nacional de Madrid un programa compuesto por piezas de dos de los compositores/pianistas más grandes de la era romántica. Tanto Chopin como Liszt fueron intérpretes increíbles, aunque en direcciones muy diferentes. También se conocían personalmente bastante bien, y Liszt hizo mucho para promover la música de Chopin: interpretó muchas de sus piezas y también escribió un libro sobre él. Para mí, las composiciones de Liszt siempre han sido más que música virtuosa; son una indagación existencial, una exploración conmovedora de los sentimientos humanos más profundos. Sus obras plantean preguntas que resuenan con la esencia misma de nuestra existencia, como la vida y la muerte, la luz y la oscuridad, Dios y el diablo.

Las últimas piezas de Liszt, caracterizadas por su radical alejamiento del lenguaje y la forma musicales tradicionales, muestran la audaz experimentación con la atonalidad y las armonías progresivas resultantes. Evitando las melodías convencionales, Liszt adopta varias escalas y emplea acordes disonantes, creando un lenguaje musical que es a la vez innovador y atrevido. Las formas se vuelven bastante simples, pero las expresiones transmiten una profunda complejidad. Las últimas composiciones de Liszt son breves expresiones del estado del alma, que a menudo representan los mundos más oscuros. Este enfoque, que utiliza medios musicales más bien minimalistas, es precursor de las obras revolucionarias de compositores como Bartók, Scriabin, Debussy, Ravel y muchos otros.

Al ahondar en las últimas composiciones de Liszt, descubrí una profundidad filosófica que reflejaba la transformación de su propia vida. Este viaje me ha permitido reevaluar sus obras anteriores, reconociendo que la profunda introspección presente en sus últimas piezas siempre también estuvo presente en sus composiciones anteriores. Por eso estoy muy emocionada de tocar ahora en Madrid su Sonata en si menor, precedida por Bagatelle sans tonalité y Unstern.

Hasta ahora, creo que solo ha programado obras “menores” de Albéniz. ¿Será esta liviana incursión la antesala de una Iberia, obra hipervirtuosa y expresiva que le va como anillo al dedo a su personalidad pianística?

¡Soy una gran admiradora de la música de Albéniz! Crecí con la grabación de Alicia de Larrocha de Iberia, y ya de niña tuve la sensación de que esta música es muy rica en visiones, sonidos y olores, ¡y así, con ella, creé mi primera imagen de España! Muchas cosas de esta imagen resultaron ser reales, ¡debido y gracias a los asombrosos sentidos de Albéniz, que fue capaz de volcar en su música! Me encantaría profundizar y tocar más Albéniz, ¡está en mi lista que mencioné anteriormente!

España se ha convertido en país de residencia de algunos destacados pianistas extranjeros, particularmente rusos. Sokolov, Demidenko o Volodos son algunos de ellos. ¿No se ha planteado cambiar el nublado Múnich por algún soleado lugar español?

¡Qué pregunta más difícil! Me encanta venir a España. La naturaleza, la gente, el ambiente de las ciudades, la música, la comida, el público, todo aquí me hace sentir viva. ¡Tengo mucha suerte y estoy muy agradecida de venir aquí y compartir mi pasión por la música con el público español!

El tema pedagógico ha sido y es importante en su día a día. De hecho, aficionados de medio mundo y del otro medio también disfrutan de su proyecto educativo “en línea”, en streaming —#AvdeevaBachProject—, que puso en marcha durante la cuarentena y que obtuvo más de medio millón de visitas. En él explica con detalle y de modo riguroso, comprensivo y personalísimo, detalles, claves y trucos para afrontar pasajes concretos de su repertorio. ¿No le resulta frustrante no conocer la cara y naturaleza de cada “discípulo”, la respuesta a su magisterio “on-line” …? ¿Tiene, por otra parte, alumnos físicos, convencionales, como fue usted misma —alumna superdotada— en el Instituto Gnessin de Moscú, y luego en la Academia Internacional de piano Lago de Como?

Mi objetivo con mis actividades no es en realidad “enseñar”, sino compartir mi admiración por la música con la mayor cantidad de personas posible. Empezando por #AvdeevaBachProject y seguido por #YuliannasMusicalDialogues. La idea es aún más activar un intercambio con personas que aman la música (o, en el mejor de los casos, motivar a personas que aún no están conectadas con la música), para involucrarlas en un proceso activo de tocar/escuchar/pensar sobre la música. Por lo tanto, no está dirigido solo a los músicos. Mi momento más destacado fue conocer a un estudiante del Instituto de Tecnología de Suiza, que me dijo que por casualidad se encontró con #AvdeevaBachProject, y eso lo motivó a comprar un teclado y comenzar a aprender a tocar el piano. ¡Esto es lo mejor que puedo desear!